El
cambio normativo que se ha producido este viernes, 25 de mayo, ha
provocado en nuestros buzones de correo autenticas tormentas de
correos pidiendo que confirmemos nuestro deseo de seguir recibiendo
sus newletters y su publicidad, ya que si no confirmamos no pueden
seguir usando nuestros datos para enviarnos publicidad.
Toda
esta “movida” ha coincidido, casi en el tiempo, con dos hechos
que vulneran la que hasta ahora era la ley vigente y a los cuales no
les hemos dado la importancia delictiva que tienen, para primar el
“morbo” periodístico que han generado.
El
primer caso fue la emisión por televisión y redes sociales de unas
imágenes de Cristina Cifuentes en una gran superficie, siendo
registrada por un guardia de seguridad. Independientemente de las
ideas políticas de esta señora y de los posibles fraudes que haya
cometido, hay un tema que no tiene discusión, guardar una grabación
de una cámara de seguridad más de quince días sin orden judicial
es un delito; comprar y vender imágenes de una cámara de seguridad
es delito; emitir en público imágenes de cámaras de seguridad sin
orden judicial es delito.
Por
tanto, en el momento que estas imágenes fueron emitidas quedo claro
que había mínimo tres delincuentes sueltos: quien guardó las
imágenes, quien las vendió, quien las compró y quien las emitió.
En estas semanas transcurridas no consta ninguna noticia de que el
juez o la fiscalía hayan actuado de oficio para esclarecer quienes
son estos delincuentes y tomas la medidas oportunas.
El
otro hecho que clama al cielo ha sido la publicación la semana
pasada de la foto de la hija del señor Quim Torra, que nació con
espina bífida según explicó su padre, para burlarse del aspecto
físico de esta mujer.
Hasta
donde he podido saber tampoco ha actuado ningún juez ni fiscal de
oficio contra el pseudoperiodista y el pseudoperiodico que decidió
publicar la foto y los comentarios.
Todo
esto me lleva a una reflexión, ¿realmente necesitamos leyes para
proteger nuestros datos?
Si,
realmente las necesitamos, leyes que nos protejan de indeseables que
puedan usar nuestros datos, nuestras imágenes, nuestra intimidad
para atacarnos, humillarnos, violentarnos y estáfarnos; si, claro
que necesitamos estas leyes.
Pero
también necesitamos leyes que nos protejan de jueces, fiscales y
policías que no sean capaces de defendernos y protegernos, que no
sean capaces de obligar a TODOS a cumplir estas leyes; que según
quien sea el que cometa la infracción o a quien denigren las
imágenes o las informaciones se pueda actuar impunemente sin temor a
las represalias ni a las sanciones.
Y mi
reflexión es, ¿qué importancia y valor tienes las leyes si los
ciudadanos han olvidado donde están los límites de la decencia?
No
quiero que me inunden el buzón electrónico pidiéndome que vuelva a
confirmar si quiero o no quiero recibir publicidad o si cedo mis
datos o no cedo mis datos. Quiero que quien tiene la responsabilidad
de velar por los derechos a la intimidad de una señora que ha cogido
dos botes de crema de la estantería del supermercado vele por este
derecho; quiero que quien tiene obligación de velar por el derecho a
la intimidad de una mujer con discapacidad vele para que se cumpla
este derecho; porque también quiero que estos mismos responsables
velen por mi derecho a la intimidad y por el derecho a la intimidad
de los míos, y si para velar por estos derechos se tiene que abrir
investigaciones sobre pseudoperiodistas y pseudoperiodicos “amigos
de”, que se abran estas investigaciones.
Mis
derechos, los derechos de mi familia, los derechos de la señora
Cifuentes, los derechos de la hija del señor Torra son más
importantes que “los amigos de” que protegen a estos personajes.
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